«Dentro de todos los fenómenos naturales que están ligados al agua, probablemente la lluvia sea el más emblemático y significativo para la especie humana. Como la lluvia que a veces es recia y a veces ligera, Paola Delfín se emplazó sin parar durante 13 días sobre la cúpula del péndulo de Foucault, para invocar con su pintura al Tláloc Zapoteca: Pitao Cosijo. Su deidad de la lluvia levanta una mirada al cielo, un par de manos sostienen un corazón, delicado como el trazo de Paola, simbolizando el regalo de la vida, mientras una cascada fluye recordando la conexión entre el agua, la vida y la ofrenda que en retribución hacemos los seres humanos con nuestro trabajo beit-mirkahat.com. Sobre la frente de la deidad se despierta un tercer ojo que mira la verdad de las cosas y a su costado nacen plantas ornamentales que florecen en una obra monumental que hace latir el corazón.
La Relación entre Paola y Cosijo, describe un romance entrañable entre una artista y su obra, creado bajo el abrasador sol queretano, durante 13 largos días de labor. Si bien al principio, Paola confesó haber subestimado la estructura, como la lluvia que empapa un desierto, el trabajo de la Capitalina colmó la estructura hasta bañar la cara norte del domo emblemático del festival el Agua es Una. El trabajo es una obra de arte monumental que invita a recordar las raíces de los mexicanos y el cuidado del agua como catalizador de vida. La pieza también destaca por la forma en que sacó a la autora de su zona de confort; dejando brevemente las delicadas líneas de la figura femenina para abordar la aspereza de un dios de piedra que pareciera estar labrado sobre la piedra del domo y cuyo corazón retumba en el cielo con los relámpagos. Detrás de este muro norte, en el extremo sur del domo, Curiot Tlapazotl pinta a la consorte de Tlaloc, la deidad femenina Chalchiuhtlicue con quién comienza una danza de vida, amor y prosperidad.»